Por Juan Salinas
La “pista iraní” sobre el atentado a la AMIA carece de rigor y no existen pruebas contundentes de que el ataque haya provenido del islamismo.
No hay la menor prueba de que Irán haya tenido algo que ver con los atentados contra la embajada de Israel ni la AMIA. Lo que si hubo en ambos, y desde un primer momento, fueron burdos intentos de involucrar a Irán efectuados por los mismos que se dedicaron a manipular las supuestas camionetas-bomba. Si uno, en lugar de tratar de identificarlos y detenerlos, se pone a creerles a los asesinos...
Por suerte, aunque se mostraron muy interesados en culpar a Irán, los asesinos fueron muy zafios. Y es por ello que nadie menciona el anónimo que dejaron en una iglesia protestante inmediatamente después del bombazo en la Embajada de Israel, ni el hotel donde dijo domiciliarse quien dejó la supuesta Trafic-bomba en un estacionamiento próximo a la AMIA. Y es que ambas maniobras dan vergüenza ajena.
Al igual que las falsas acusaciones contra el comisario Juan José Ribelli y su grupo de policías-delincuentes, las acusaciones contra Irán fueron elaboradas y erigidas trabajosamente -como es fácil comprobar- con la complicidad de Clarín y La Nación y son tan falsas como aquellas.
La única pista que involucraba a un iraní (no necesariamente al gobierno de Teherán) con el atentado a la Embajada de Israel, fue aportada por una antigua soldado israelí y jamás fue seguida, ya fuera porque el iraní era un agente provocador o porque el testimonio de aquella dejaba claro que en la embajada de Israel no había medidas de seguridad que pudieran evitar la fácil introducción de explosivos aprovechando que el edificio estaba en refacciones (situación que habría de repetirse en la AMIA dieciséis meses más tarde) o por ambas cosas a la vez.
El fiscal Alberto Nisman es un hombre del incombustible ingeniero Antonio Stiusso, quien nunca termina de jubilarse porque garantiza la servidumbre a los dictados de Israel y Estados Unidos con un objetivo excluyente: mantener en pie la falsa acusación contra Irán. Su “investigación” es tan falsa y amañada como la del ex juez Juan José Galeano (del que fue estrecho colaborador) pero como dice dedicarse a la “conexión internacional” y en nuestro medio son abrumadora mayoría los supuestos periodistas de investigación que no quieren mirar más allá de sus narices, puede decir casi cualquier cosa sin peligro de ser contradecido. Y quienes señalan la falsedad irreductible de sus planteos y lo llaman “fiscal israelí en comisión” se desacreditan a si mismos al pretender que no hubo ni árabes ni policías argentinos involucrados y postular... que ambos atentados fueron pergeñados y ejecutados exclusivamente por israelíes y judíos sionistas.
Al acusar a altos funcionarios del gobierno de Irán incluyendo a un ex presidente de gobierno (Akbar Rafsanjani, paradójicamente jefe del ala más proestadounidense del régimen ayatólico) sin la más mínima prueba, la Argentina exhibe un sometimiento formal al poder imperial. El cálculo de los Kirchner es que, con gestos como éste, que tanto satisfacen al Congreso Judío Mundial con sede en Nueva York, Washington no se entrometerá en su relación con Venezuela. Ese cálculo fue correcto durante años, pero en los últimos tiempos se ha angostado hasta volverse intransitable. Brasil lo entendió así y resolvió acudir en auxilio de Irán y su derecho a desarrollar la energía nuclear siempre que sea con fines pacíficos.
Fui investigador del atentado a la AMIA contratado por la propia mutual judía desde octubre de 1994 y hasta finalizar 1997. Es con esa autoridad moral que les digo que ni Irán ni el islamismo tuvieron nada que ver con ambos ataques. No pienso aburrirlos. Si alguien desea saber por qué, que se ponga en contacto conmigo y se lo explicaré con detalles.
A pesar de ser un firme y hasta fervoroso partidario del Gobierno en casi todas las demás áreas, diciendo y escribiendo cosas como ésta, lo sé, no hago más que cerrarme puertas, así que me llamaré a sosiego. Simplemente quería que supieran que lo de la “probada” participación de Irán en los atentados es bull shit, un bolazo de tamaño lunar, una albóndiga envenenada cuya repetición gobbeliana sólo le facilita las cosas a los extremistas racistas que gobiernan Israel e impulsan el desencadenamiento de un ataque demoledor contra Irán, ataque que muy posiblemente implique utilizar algunas de las más de doscientas cabezas nucleares que poseen.
No debemos ser cómplices de semejante crimen ni por acción ni por omisión.
Fuente: Revista Zoom
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