El premio Nobel de la Paz (1980) Adolfo Pérez Esquivel, testimonió ayer en el juicio oral contra las violaciones a los derechos humanos cometidas en la Unidad 9 de la cárcel de la Plata donde estuvo detenido 14 meses durante la pasada dictadura; relató las torturas sufridas allí, y expuso el contexto en que transcurrió el terrorismo de Estado dentro del esquema de la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
"“La presión internacional salvó mi vida”", dijo antes de comenzar su testimonio y destacó que en ese momento el era conocido en varios lugares del mundo por su trabajo, "“pero en esa cárcel igual fui torturado, aunque hubo muchas personas que sufrieron mucho más que yo”".
En esa unidad estuvo detenido bajo el Poder Ejecutivo entre 1977 hasta fines de junio de 1978 y vivió todos los horrores a los que eran sometidos los detenidos, muchos de los cuáles están desaparecidos.
Consideró que durante la última dictadura militar (1976-1983), se aplicó un sistema destinado a "“quebrarnos moral, psicológica y humanamente”". En las dos horas que compareció recordó que en ese penal además de golpizas y torturas, sufrió mucha presión sicológica. “En una oportunidad el segundo jefe del penal me llevó a su oficina y me dijo: `a usted no lo va a salvar ni el Papa. Aquí nosotros decidimos sobre su vida. Somos señores de la vida y de la muerte’”.
También relató que eran frecuentes las requisas violentas en las que los prisioneros eran obligados a salir de madrugada de sus celdas, los obligaban a desnudarse a pasar entre dos filas de guardias "“que nos golpeaban con puños, puntapiés y con una especie de zapatilla. Después de las golpizas, nos obligaban a una ducha fría y a pasarnos un jabón amarillo para sacar las marcas de los golpes”". Y su paso por "“los chanchos”", como llamaban a las celdas de castigo, donde estaba separado de todos.
Tras ser detenido el 4 de abril de 1977, en el Departamento Central de la policía federal, en esta capital, cuando fue a renovar su pasaporte fue encerrado allí mismo en un calabozo pequeño denominado en la jerga carcelaria como "“tubo”", que recordó como "“sucio, oscuro, maloliente”". Una vez que prendieron la luz "“pude ver en las paredes inscripciones de los prisioneros que pasaron antes. Insultos, nombres de seres queridos y hasta una inscripción hecha con sangre que decía: Dios no mata”".
Desde allí lo llevaron al aeródromo de San Justo, lugar cercano a esta capital donde lo esposaron y ataron al asiento de un avión, que voló hacia el río de la Plata. "“Yo ya sabía que arrojaban prisioneros al río de la Plata y les pregunté `qué va a pasar conmigo`”" pero ninguno de los oficiales respondió, y después de dar vueltas fue llevado a otra base de la fuerza aérea, donde lo dejaron esposado al asiento mientras los oficiales discutían qué iban a hacer con él.
Allí le comunican que lo llevarían a la unidad 9 de La Plata. Al llegar a ese lugar lo desnudaron y raparon. Consideró como lo momentos más terribles escuchar "“los gritos de los compañeros que eran golpeados”" o torturados.
Otro momento duro fue cuando se decidió que iba a ser liberado dos días antes de que se jugara la final del Mundial de 1978 y fue a buscarlo a la cárcel nada menos que Raúl Guglielminetti, un agente de inteligencia, que conformó los equipos especiales de la Operación Cóndor, la coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur.
Sobre Cóndor habló también Pérez Esquivel para establecer el entorno que se había vivido y de la cuál fue víctima también durante una breve detención en Brasil durante un viaje, donde fue salvado por la solidaridad del arzobispo de Sao Paulo Evaristo Arns. Mencionó además que durante el viaje con Guglieminetti hacia Buenos Aires el agente se bajó del automóvil y dejó pistola y ametralladora junto a Pérez Esquivel y entonces sospechó que podían querer aplicarle la ley de fuga y ejecutarlo.
El Tribunal juzga a 11 penitenciarios y tres médicos y recientemente el canciller Jorge Taiana declaró en este juicio como víctima.
Fuente: Rebellion
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