Dr. Jorge Rachid, autor del nuevo libro, "La Revolución Nacional; Una Sinfonía Inconclusa" |
La Argentina sufrió durante el año 2012 una serie de situaciones potenciadas entre si, cuyos origines fueron tanto externos como internos. Todas ellas operaron sobre nuestro país de manera negativa, abriendo interrogantes sobre el devenir inmediato de un proceso político que desde el 2003 se plantó en el centro del ring a recuperar soberanía en las decisiones e identidad nacional. En lo económico, el desarrollo de una política heterodoxa permitió desde esa fecha iniciática, comenzar a transitar un camino de desendeudamiento, recuperación del estado como preceptor de los intereses nacionales, ampliación del empleo, consolidación del sistema previsional y freno a los sectores especulativos-financieros. Sin dudas ese escenario novedoso en el plano internacional, fortalecido por la contundencia de la decisión estratégica de los países latinoamericanos de fortalecer la región desde el UNASUR y la CELAC provocó un nuevo mapa en el mundo.
Desde el exterior las situaciones de crisis permanentes de los sectores financieros de los países centrales desencadenaron una catarata de derrumbes económicos y alteraciones políticas en esos países en especial en la Unión Europea. Estamos describiendo un escenario que desde el 2008 viene condicionando el sistema de relaciones internacionales, constituyendo un tema de debate permanente en los diferentes foros desde las Naciones Unidas hasta el grupo de los 20, debatieron como superar dicha crisis. Lo que no cejaron los países centrales es en tratar de trasladar sus propias crisis a los países emergentes, como lo hicieron históricamente, con la complicidad virreynal de los gobernantes y políticos de turno. Intentaron colocar sus excedentes en nuestros países a cualquier costo, con presiones internacionales del “libre comercio”, “apertura de la economía”, “disminución de las barreras arancelarias” entre otras consignas repetidas por sus voceros locales, como forma de “integrarse al mundo”, del cual supuestamente estamos aislados por ser justamente heterodoxos en lo económico.
En nuestro país una conjunción de factores hizo del año anterior una sucesión de confrontaciones provocadas por los voceros del Apocalipsis, que finalmente una vez mas, no sucedió, y por aquellos sectores que intentan en cada crisis sacar provecho de acumulación de ganancias a expensas del esfuerzo del pueblo argentino. Así tenemos empresarios que alegremente plantean la devaluación como mecanismo de ajuste, del pueblo se entiende, con el objetivo de aumentar el valor de sus exportaciones, otros proponen la apertura indiscriminada de la importaciones, aunque destruya trabajo argentino, para aumentar su comercio, algunos plantean la apertura del mercado cambiario a los fines de proseguir con la especulación financiera y la salida de capitales a costa del erario público. Como vemos estos sectores intentan salvaciones individuales aún a costa de un proceso que les permitió acumular ganancias en los últimos años, pero como en otras etapas del país en que terminaron por darle la espalda al pueblo, pensando en la burguesía emergente del primer peronismo conspirando en el 55 o los sectores de la Confederación General Económica o la UIA del 76 mirando impasibles como se venía la noche neoliberal, destruyeron su propio futuro.
Todavía no hemos repasado los sistemas de presiones políticas y económicas, algunas destituyentes, que intentaron aquellos que sienten agredidos por la actual política de recuperación del patrimonio nacional como YPF, AFJP, Banco Central, Bolsa de Valores, entre otras de signo antimonopólico como las leyes de Medios de Comunicación Audiovisuales, la Ley de Producción Pública de Medicamentos, la modificación de los sistemas de control de las exportaciones por parte de la AFIP presentada por los productores como medidas de persecución, además de la recuperación de las leyes laborales y los convenios colectivos, el salario mìnimo o la movilidad jubilatoria. En este marco confrontativo la Argentina sobrevivió el 2012 sin destrucción de trabajo argentino, sin grandes déficit macroeconómicos , con un crecimiento menor al de las tasas anteriores pero crecimiento al fin y soportando batallas judiciales y presiones internacionales de la mano de los Fondos Buitres, aliados naturales de personeros locales, que siempre piden para los de afuera y pretenden provocar nuevos endeudamientos, al calor de la presión de los organismos de crédito que marcaron las últimas décadas de crisis financieras en toda Latinoamérica y en el mundo.
Habiendo soportado los argentinos estoicamente un años como el anterior, es sin dudas un marcado optimismo el que nos puede acompañar, aunque debo marcar algún elemento distorsionante que se producirá en los primeros meses. Es un año electoral lo cual significa que la política, la lógica, la razón quedan enterradas por el posicionamiento político, el cargo, el privilegio y todas las prebendas y ventajas que otorga ser parte del sistema político desde cualquier lugar. La Política, con mayúsculas, aquella de Aristóteles, Baruch de Spinoza, Hegel, Marx, Ugarte, Kush, Perón, Mao, quedan subsumidas en el peor de los escenarios, la lucha electoral que derrota siempre a lo estratégico, privilegia los táctico, destruye lo que encuentra como obstáculo, sin tener en cuenta el interés nacional. Así al menos ha sido desde 1983 en lo electoral, sin otro código que el vencer, aunque sea mintiendo al electorado, como fueron todas las gestiones desde esa fecha: mercadistas, neoliberales y atadas a los planteos imperiales del grupo de los 7 y el Consenso de Washington. Esa nube será superada por el pueblo argentino en las elecciones de medio término, aunque hasta entonces deberemos soportar cataratas de agravios e imputaciones.
Sin embargo así como se demostró en el año anterior que se puede navegar las crisis, con medidas anticíclicas, con preservación del empleo, manteniendo los ejes económicos centrales bajo control, abriendo caminos en el mundo, dando batallas en foros internacionales entre otras cosas importantes que se dieron y fueron acalladas por la vocinglería opositora, sin dudas el año que se inicia en lo político significará un fortalecimiento del movimiento nacional y de la unidad latinoamericana, verdadero sostén regional de la “sublevación fundante” al decir de Marcelo Gullo en su último libro. Es una síntesis de la necesidad de pensar desde nosotros como pueblo argentino y latinoamericano, en un futuro que nos permita ser parte actora del nuevo mapa internacional, con la multilateralidad necesaria, que defienda nuestros intereses estratégicos, desde los recursos naturales hasta el modelo de construcción política y social que responda a esa identidad cultural argentina de la solidaridad y de la justicia social, que hemos comenzado a recuperar en un largo camino, al cual sin dudas le faltan apuntalar sectores importantes de reparación social, hombres y mujeres postergados que vienen esperando que el crecimiento argentino, a diferencia del “derrame” famoso neoliberal, los reincorpore a la pirámide social ya que son aquellos expulsados por las lógica perversa macro económica.
Un año sin dudas de luchas y avances que descansan solamente en la voluntad organizada del pueblo como elemento determinante del curso de los acontecimientos, con un gobierno popular que deberá proseguir su camino de sopesar intereses, protegiendo a los sectores mas desprotegidos y necesitados, que es el signo identitario del peronismo, ampliando derechos, promoviendo trabajo, financiando las Pymes verdaderos motores de la economía nacional, industrializando nuestras materias primas, promoviendo trabajo social, deportes, inserción juvenil, avanzando en la modernización de la Justicia en todas sus instancias, apuntalando las salud como derecho humano esencial a través de los sistemas solidarios y público, recuperando la educación pública aún en espera de ser jerarquizada como presencia esencial del compromiso con el pueblo.
Los desafíos implican algún grado de reclamo a áreas aún no tomadas con la misma fuerza que hemos transitado con energía y pasión militante otros caminos. Es un juego dialéctico entre la militancia y el gobierno, donde el rol de cada uno está determinado por el lugar que ocupa en la política. Ningún favor le hace al gobierno popular el aplauso fácil, sin el necesario aporte de miradas diferentes desde el campo nacional y popular sobre los temas a transitar. Es responsabilidad militante promover organización popular, recuperar el concepto de comunidad organizada, desde la salita del barrio a la escuela, en una sucesión barrial que nos permita a los argentinos un dato del la realidad relatada por nuestros compatriotas, protagonizada por ellos y determinada por ellos en cada área, lejos de despachos destemplados y burócratas de turno. Un verdadero desafío sin dudas a transitar en los próximos tiempos recuperando lo mejor de nuestra memoria histórica, ya que fortalecerá la gobierno, movilizará al pueblo en apoyo a las conquistas logradas, apuntalará los avances conseguidos e impedirá un retroceso a la oscuridad neoliberal de la larga noche que comenzó con la dictadura y prosiguió durante los diferentes gobiernos democráticos, que no se atrevieron a enfrentar a los poderosos de turno, como lo hizo el gobierno nacional y popular. Siempre fue símbolo del peronismo cambiar la realidad, no cabalgarla ni amoldarse a ella, transformar, revolucionar desde las instituciones a la distribución de las riquezas, con errores, dificultades y actores no siempre deseados, pero en una dirección que marca el camino de ampliación de derechos y recuperación de soberanía con decisión nacional y eso se construyó desde el 2003 con los gobiernos de Néstor y Cristina Kishner.
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