El Gobierno israelí masacra de nuevo al pueblo palestino. El genocidio que adelanta Israel no se detiene; muertos, heridos y desplazados amenazan con borrar del mapa el territorio de la Franja de Gaza. La complicidad de muchos Estados del mundo impresiona por la hipocresía al momento de condenar los daños que se ocasionan a la población indefensa. Desde luego los países capitalistas y sus lacayos justifican las acciones bajo la premisa de la defensa propia y con ello proporcionan argumentos para que reine la impunidad y la maldad. Ya se cuentan más de 500 palestinos asesinados por las bombas israelíes.
Es doloroso observar las imágenes de niños, mujeres, ancianos y hombres asesinados. Los bombardeos a objetivos militares es claro, Israel dirige sus misiles a enclaves habitados por civiles. Por supuesto, aplican ese terrible eufemismo: “daños colaterales”, inventado por Estados Unidos para justificar su terrorismo. Así, realizan limpiezas étnicas y horrorizan a la población palestina para mantenerla en un limbo de incertidumbre y terror.
Israel, que sufrió el holocausto de su pueblo en la II Guerra Mundial, aplica el mismo formato con algunas variantes a los palestinos. Pide mantener la memoria histórica pero se jacta de masacrar inocentes; aplica la violencia desproporcionada para mantener su razia xenofóbica; poco le importa la vida, en realidad le interesa imponer la muerte como medio de erradicar a quienes enfrentan el sionismo.
La Franja de Gaza es hoy un territorio sometido al aniquilamiento progresivo; el Gobierno israelí pretende eliminar cualquier vestigio palestino para celebrar la muerte y la destrucción. En el fondo regurgita odio y desesperanza.
La Organización de las Naciones Unidas, los organismos internacionales y todo el que tenga un ápice de vergüenza está obligado a condenar el genocidio en Gaza y presionar para que cesen los ataques. La vileza sionista no puede continuar; la autodeterminación es un derecho inmanente a los pueblos y por lo tanto, digno del respeto colectivo. ¡Basta de asesinatos, honor a Palestina!
Por José Gregorio González
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